viernes, 9 de noviembre de 2012

V

     Me gustan los mañanas como esta. Levantarme pronto, desayunar unas cuantas galletas con trozos de chocolate, congelarme los pies con el suelo del baño, meterme entre el nórdico de la cama y encender el ordenador. Tumbarme. Leer qué pasa en España, aunque las noticias no sean muy agradables. Observar mi habitación y pensar, como cada día, que tengo que ordenarla. Mirar por la ventana y ver gotas al otro lado del cristal, gotas, muchas y pequeñas. Fuera está nublado. Las nubles son grises, pero hay una extraña luz blanca que ilumina todo. En los días como hoy a las gaviotas y a los cuervos les da por hacer piruetas e ir de aquí para allá. Los árboles del parque empiezan a quedarse desnudos, aunque se siguen viendo los colores del otoño: naranjas, granates, amarillos, verdes amarillentos y el verde de los pinos que siempre es igual. Hoy, además, las hojas se mueven suavemente, debe de hacer viento. La colina del fondo se difumina con la niebla, lo que significa que va a caer agua en tres, dos, uno... La lluvia es irregular, como siempre. Ahora mismo está cayendo tal chaparrón que la niebla de la colina no deja ni ver las casitas. 

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